El fin ya no justifica los medios

Desde que cayó en mis manos el libro La empresa consciente de Fred Kofman, vicepresidente de Desarrollo Ejecutivo y filósofo de liderazgo en LinkedIn, me acompaña su expresión integridad esencial. Creo que es una excelente compañera ya no de viaje, sino de vida. Integridad esencial, para alcanzar el éxito más allá del éxito”. Así es cómo lo plantea Kofman. Recojo el guante para volver a poner a debate la necesidad de replantear o, mejor dicho, actualizar, el concepto de éxito.

Si nos resistimos a trascender la idea de éxito sólo como la consecución de los objetivos marcados, corremos el riesgo de perdernos por el camino. Incluso, aunque lleguemos al destino. Quizás parece una paradoja, pero, por lo que voy constatando en mis sesiones de coaching con CEOs o en workshops y programas de equipos que facilitamos en Addventure, un Propósito muy consistente e inspirador puede conllevar que los trabajadores prioricen tanto su materialización que la propia integridad quede relevada a un segundo plano. A veces, incluso, pisoteada.

La integridad debería ser el GPS que nos lleva por el camino más adecuado y éste ya no es siempre el más rápido, sino que debemos poder elegir entre otras alternativas como evitar los peajes, disfrutar del paisaje u optar por la ruta menos contaminante. Cuando el norte viene señalado por los objetivos nos limitamos a obedecer a la función predeterminada del GPS que nos propone la vía más rápida, el camino corto, la versión simplificada de todo.

Para mí la vida orientada a la consecución de objetivos constantes ha dejado de ser lo que entiendo por éxito. Probablemente porque hace años yo mismo sufrí por tener que desviarme de mis valores y tomar atajos que me llevaban directo a los objetivos. También porque he visto a demasiadas personas tan obsesionadas en conseguir los objetivos que acaban olvidándose de su integridad y su ética. Confundir éxito con cumplir el objetivo suele llevar a que nos olvidemos de lo que realmente es importante para nosotros en aras de satisfacer nuestro ego y mantener el estatus. Porque el verdadero éxito es recorrer el camino hacia el objetivo siendo fiel a nosotros, con integridad.

Desde mi percepción actual, el éxito más allá del éxito al que se refiere Kofman va de comunidad, de trabajar en equipo y por el bien común. Soy un convencido de que, en el mundo corporativo actual, la mejora de los resultados debe venir transitando el camino hacia los objetivos y los beneficios a partir de la mejor versión de las personas. En eso, la integridad es la mejor baza. Y para que ésta sea esencial, debe partir de un trabajo de autoconocimiento profundo y sincero porque, a casi todos, nos cuesta reconocer el impacto de nuestro liderazgo, tomar consciencia de nuestra presencia, valorar nuestra aportación, asumir nuestra trascendencia y ejercer nuestro poder personal.

Otra variable necesaria es levantar la cabeza de las tensiones y presiones diarias para alcanzar los objetivos y mirar a los compañeros de viaje de manera considerada, colaborativa y cómplice. Lo que puede generar este pequeño gesto es, a veces, incalculable porque su valor ya no es solo cuantitativo sino cualitativo. Para conquistar este éxito más evolutivo debemos desaprender patrones instalados en creencias limitantes y modus operandi cada vez más obsoletos y abrazar nuevas fórmulas como considerar el tiempo para la reflexión, la escucha activa, la conversación y la autoevaluación como trabajo productivo.

El fin ya no justifica los medios. Liderar es urgente.

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