El Coaching, mejor entre personas

Este septiembre, mi vuelta a la rutina ha sido a menudo interrumpida por mensajes, anuncios, pop ups y banners sobre cursos para aplicar la Inteligencia Artificial en el mundo laboral. La irrupción de Chat GPT parece haber cambiado las normas del juego y acelerado el proceso de los Transformers y las automatizaciones que prometen hacernos la vida mucho más fácil y rápida… como si todos tuviéramos tanta prisa por llegar a no sé dónde, y cuando, en realidad, el planeta nos pide que desaceleremos.

Estoy seguro de que muchas de estas nuevas herramientas de Inteligencia Artificial como Chat GPT, Chat PDF, Writesonic, Gamma, Midjourney o Rows AI, entre tantas otras, ahorrarán tiempo y procesos en ciertos tipos de trabajo. Incluso que algunas personas congeniarán con la máquina y le tomarán tanta confianza como el protagonista de Her, una película que ya tiene 10 años y en la que Theodore se enamora de Samantha, el sistema operativo de su ordenador.

Pero cuando el marco de actuación de la Inteligencia Artificial es el Coaching, sinceramente, soy más escéptico. Me consta que ya existe algún proyecto piloto que promete un Coaching conversacional con IA, pero que en su misma presentación advierte que las conversaciones que propone son sencillas y muy guiadas. No deja de ser normal y esperable en algo incipiente. La justificación es que está aprendiendo fórmulas más complejas, marcos del Coach profundo y a utilizar tanto la comunicación no verbal como las expresiones faciales.

Esto último es lo que más interrogantes me genera. En parte es por el desconocimiento de hasta dónde puede llegar la IA generativa, pero, sobre todo, por mis experiencias vividas como coach. Es aquí donde me asaltan las dudas en torno a que, por mucho que entrenemos las máquinas con Big Data de calidad y sin sesgos, me parece una quimera que lleguen a interactuar de forma conversacional captando las sutilezas al nivel de la intuición o los matices que esconden las expresiones faciales o corporales más allá de la lectura que pueden hacer los registros biométricos.

Una de las fortalezas del Coaching es su capacidad de apertura, de poder formular las preguntas adecuadas e ir construyendo la conversación a partir de lo que va sucediendo y siguiendo el río por donde va fluyendo el encuentro entre dos personas o con un equipo. Lo estipulado y predecible salta por los aires a las primeras de cambio, y esa es, precisamente, la gracia. El ser humano es algo muy complejo en sí mismo, y si a eso le añadimos el ingrediente de las relaciones humanas lo es todavía más.

El valor diferencial del Coaching que dinamizamos las personas tiene mucho de escucha desde el propio bagaje personal y no desde los datos objetivos. También es integrar, con acierto y ética, lo que se va recibiendo y que a veces no son sólo palabras, sino que también intervienen los silencios, el lenguaje no verbal, la postura corporal, los gestos sutiles e incluso la respiración.

Todo ello es información para el Coach, y tiene poco de objetivo, predecible, estructurado o secuencial como un algoritmo. Para mí el Coaching se nutre de las cualidades más humanas, de las emociones, de la física y la química entre dos personas, de la energía que crean, de las soft skills como la empatía, la compasión y la confianza para sostener y confrontar a la persona durante el proceso e, incluso, del humor inteligente y respetuoso.

Por la velocidad a la que están aprendiendo las máquinas, el machine learning, es probable que muy pronto afinen los procesos que se puedan automatizar, como por ejemplo hacer en pocos segundos un primer cribaje o análisis de cuestionarios muy estipulados o tipo test. Creo que la IA puede ser realmente útil para este tipo de aprendizajes en horizontal que ayudan a ampliar las perspectivas o posibilidades, dar pistas para entablar conversaciones difíciles, parametrizar comportamientos humanos, mapear las situaciones como punto de partida, etc.

Pero lo que marca la diferencia en el Coaching es el aprendizaje vertical, porque es el que ejerce un poder transformador en las personas. Es el que genera el desarrollo de la consciencia, que es la razón de ser del Coaching. Y me parece una paradoja querer desarrollar consciencia con algo que, al menos por ahora, no la tiene.

Por todo ello, veo difícil que esta parte tan humana en la que se basa el Coach la puedan asumir pronto las máquinas, por mucho hype que haya ahora en torno a la Inteligencia Artificial. Porque más allá de la experiencia del usuario, sea individual o colectivo, en el Coaching es fundamental ir abriendo las puertas del proceso con las llaves adecuadas y no confiar sólo en una llave maestra que, con la etiqueta “IA”, parezca que funcione para todo.

 

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