Arriesgarse más (con sentido)

En algunas de las empresas con las que trabajo percibo que la aversión al riesgo ha ido in crescendo en los últimos tiempos. El actual contexto de incertidumbre y cambio constante las lleva a actuar de una forma conservadora e incluso a dar un paso atrás volviendo al modelo más tradicional y vertical de esperar órdenes, en lugar de experimentar, probar, tomar la iniciativa y atreverse.

Como siempre, el miedo paraliza y en este caso el temor es a fallar o fracasar. Cuando pienso en ello me viene a la cabeza el discurso motivacional de Barack Obama en el que resaltaba la trayectoria de personas como J. K. Rowling y Michael Jordan, cuyo éxito llegó tras varios fracasos. El primer Harry Potter de esta autora inglesa fue 12 veces rechazado antes de que una editorial decidiera publicarlo. Michael Jordan fue descendido al equipo B de su instituto en Carolina del Norte, cuando tenía 15 años y todavía era “Mike”.

Para Obama lo relevante es que ninguno de los dos se dejó definir por sus fracasos, sino que dejaron que sus fracasos les enseñaran, porque les mostraron qué hacer distinto la próxima vez. Es la famosa frase No hay éxitos y fracasos, sino éxitos y aprendizajes. Mientras que en Estados Unidos algunas empresas valoran que la persona que aplica para un nuevo cargo tenga algún fracaso en su currículum, porque lo asocian a la toma de conciencia, aprendizaje y resiliencia, en nuestro entorno el miedo a fallar todavía nos condiciona en demasía.

Ese inmovilismo miedoso es más perjudicial que moverse. “Muévete tanto como puedas, incluso con dolor” es lo que recomienda el Doctor Francisco Kovacs, director de la Red Nacional de Investigadores de Dolencias de la Espalda. Este prestigioso especialista propone hacer cualquier tipo de ejercicio antes que quedarse quieto, aunque duela, por paradójico que parezca. En mi caso, que sufro con mi espalda, sigo su recomendación y con mis ejercicios de yoga, de fuerza y con las caminatas por la montaña noto como poco a poco voy mejorando, aun teniendo al dolor como compañero inseparable de viaje.

En el ámbito del Coaching, es lo que el experto en estrategia y consultoría de gestión Dave Snowden planteó en su modelo Cynefin. Para Snowden, en entornos complejos como el actual, lo que funciona es la prueba y error. Y eso quiere decir moverse, aunque duela y aceptando de antemano que algunas veces patinaremos.

Hoy en día no podemos dibujar el camino completo ni prever las diferentes etapas o desvíos que lo configuran. Sí sabemos el punto de partida y podemos visualizar el de llegada. Pero el camino lo creamos a medida que vamos avanzando y, seguramente, nos llevará a algún lugar diferente al que habíamos previsto, que será el adecuado para ese momento.

Debemos superar el actual marco de overwhelming, lo que nos abruma, colapsa y desorienta. Hay que actuar sin sobreactuar, es decir, no moverse como pollo sin cabeza sino con sentido. Sabiendo dónde quiero ir aún sin tener certeza en el cómo lo voy a hacer. La diferencia está en que ni las estrategias ni las etapas definidas deben de ser perfectas antes de empezar a llevarlas a cabo, porque eso cada vez es más utópico. Hay que ponerse en marcha e ir viendo lo que sucede, qué nos propone la situación, cómo reacciona el entorno, qué nuevas soluciones creativas se nos ocurren, qué cambios de guion debemos asumir, etc.

Ir trabajando sobre lo que la dinamo del movimiento genera, con margen para el error y los resultados no previstos, y con la mente dispuesta a entender que los fracasos son oportunidades de aprendizaje. Lo importante es generar el movimiento que permite avanzar y que el sistema de tu entorno también se mueva acompasado. Que la musculatura se caliente, relaje, refuerce y empiece a trabajar sin necesidad de tener la solución perfecta.

La estrategia ya no es tenerlo todo previsto y controlado para que el resultado sea el ideal, sino hacer lo mínimo e imprescindible para empezar a moverse en la dirección pensada. En AddVenture, nosotros mismos aplicamos esta máxima en nuestras propuestas con los clientes. Hasta hace solo un par de años, nuestras propuestas incorporaban programas de larga duración con diversas etapas e intervenciones muy bien definidas y estructuradas en base a nuestra propia experiencia. Ahora, nuestro esfuerzo va más encaminado a definir bien con el cliente los objetivos a conseguir (el sentido), diseñar las primeras etapas para iniciar el movimiento y alinearnos en cómo vamos a trabajar conjuntamente para ir definiendo las siguientes, a medida que vayamos avanzando.

Hoy en día ya hay empresas que adoptan metodologías de trabajo ágiles, lean startup, design thinking, learning by doing, que permiten experimentar con ciclos de prueba y error. Son nuevos patrones basados en la experimentación y, al mismo tiempo, una invitación a arriesgar en positivo. No me atrevería a decir que hay que salir a fracasar, pero sí que debemos abrirnos a considerar y aceptar que el resultado no sea el previsto. Entre otras cosas, porque a lo mejor es hasta mejor.

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