La Segunda Oportunidad (XI): Cuerpo y Mente
No hace demasiado tiempo, estábamos hablando entre amigos y compañeros del ramo sobre los gurús del coaching en general y sobre el origen de los diferentes modelos de desarrollo del liderazgo que han tenido más éxito en los últimos años.
En un momento de la conversación, alguien verbalizó un pensamiento de aquellos que se quedan ahí, anclados, como si de repente una bola de acero de una tonelada, de esas que se utilizan para el derribo de casas, hubiese caído en el centro de la sala, agrietando el suelo que en esos momentos estábamos pisando.
En realidad, fueron tres bolas en una.
La primera, que la mayoría de esos coaches-gurús que están en el origen de mucho de lo que hoy se utiliza en el mundo del coaching ejecutivo son hombres, blancos, educados en una cultura cristiana y en un entorno social y cultural elevado (es cierto que en los últimos años esto está cambiando, pero la mayoría de los modelos de desarrollo de liderazgo beben de esas fuentes).
La segunda, que en muchos casos son personas de edad avanzada que no han llegado a esa etapa de su vida en una buena forma física, teniendo más problemas de los que les correspondería por su edad. Y eso sin haber llevado una vida que podríamos considerar “dura”, lo que genera una cierta sensación de falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, como si solo se tuviera en cuenta el marco mental y no tanto el corporal.
La tercera bola fue la que realmente produjo el tsunami. Jamás se han invertido tantos recursos económicos en el mundo corporativo para el desarrollo del liderazgo como en estos últimos años. Y a pesar de tener multitud de indicadores externos que refuerzan la necesidad de hacer las cosas de otra manera (el cambio climático, la escasez de recursos…), parece que cuando nos ponen a prueba (la crisis económica del 2008, la pandemia del 2020) no solo no avanzamos hacia un liderazgo más consciente, sino que es como si diéramos un paso atrás, disparándose en las organizaciones los comportamientos más autocráticos y de control.
Son momentos en los que buscamos el refugio en las “trincheras”, tan conocidas y cómodas, esperando a que pase el temporal, en lugar de avanzar aprovechando toda esa ingente energía disponible que se despliega a nuestro alrededor y que nos invita, además, a probar lo nuevo.
¿Qué puede estar fallando?
Parece evidente que el gran poder de influencia que hoy en día tienen las empresas y los estados no se está utilizando de forma que permita impulsar un nuevo estilo de liderazgo , ni se está poniendo toda la energía en que ello sea posible.
Mi percepción es que el cambio está viniendo más de abajo a arriba – la revolución por necesidades básicas no cubiertas – que al revés – la evolución consciente -.
También es cierto que en mi actividad diaria con personas de la alta dirección sí veo una diferencia sustancial entre cómo han reaccionado a esta última crisis aquellos equipos que habían trabajado la transformación cultural y el desarrollo del liderazgo antes de la pandemia y los que no.
La diferencia no estriba en que no se disparen esos “mecanismos de defensa” que antes he mencionado, pues ante situaciones límite, cuando vemos peligrar nuestra rutina y con ella nuestro estatus, el individualismo se antepone al interés colectivo (instinto de supervivencia).
Lo que cambia de un modo abrumador es la toma de consciencia de cómo nos afecta individualmente todo lo que está pasando en nuestra manera de actuar y reaccionar, permitiendo de este modo una recuperación mucho más rápida y cohesionada hacia los comportamientos que están alineados con la cultura de liderazgo colectivo que de verdad queremos ver en los equipos y la organización.
Muchas veces las cosas no son ni blancas ni negras, suelen ser grises. Seguro que hay muchas cosas a mejorar en el mundo del desarrollo del liderazgo, y otras que ya están funcionando.
Cuerpo y Mente
¿Qué tiene que ver el coach-gurú padre del modelo clásico del liderazgo, su origen social y cultural y su condición física, con las crisis mundiales, el poder de los gobernantes y el capitalismo consciente?
Puede que tengan más similitudes de lo que parece a simple vista.
Desde la perspectiva local, el coach-gurú, llevándolo al extremo, ha tenido tradicionalmente una visión muy mental, teórica y racional, masculina, hecha “desde la comodidad del sillón” y desconectada del cuerpo. Como si se olvidara de él por estar adormecido, dejando de escuchar sus señales como antesala al declive físico.
Desde una perspectiva más global, es posible que esté pasando lo mismo.
Muchas empresas y gobiernos, actuando de “mente” (planes estratégicos y de desarrollo económico y social, legislación y política) se encuentran hoy desconectados de su “cuerpo”, el mundo real (las personas, la naturaleza, el medio ambiente, la cultura).
¿Cómo podríamos incorporar más la diversidad de culturas, de género, de raza, de entorno socioeconómico y de religión de forma que nos ayude a conectar más y mejor con la madre tierra y la verdadera esencia del ser humano para desarrollar un nuevo liderazgo consciente desde ahí?
Esta puede ser una buena pregunta para todos los que nos dedicamos a esto. Seguro que conocer una perspectiva diferente a la nuestra nos hará más sabios.
Aprovechemos la Segunda Oportunidad para crear desde nosotros mismos un liderazgo más emocional, nutritivo y consciente.
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