La gran trampa

“No tengo tiempo”, o, lo que es lo mismo, “no me da la vida”.

Es el hashtag de todos mis clientes y, a veces, también el mío aunque ahora ya se me dispara una señal interna cuando me oigo verbalizándolo. Cuando yo ejercía de directivo, el problema del “tiempo” estaba siempre en mi top 3. Y también en el de mis colegas. Pero jamás como ahora, top 1 indiscutible semana tras semana.

Empezaré por el final. Hace poco leí en un conocido periódico una interesante entrevista a Stefan Klein, alemán licenciado en Física, Filosofía y Biofísica. Acababa la entrevista de esta manera: Seamos conscientes de que el tiempo que estamos viviendo no es algo que exista ahí fuera. Tú estás construyendo esa sensación del tiempo. Tú eres el dueño de tu propio tiempo porque es algo que está dentro de ti.

No puedo estar más de acuerdo con estas afirmaciones. Y no es nada fácil hablar de ello. Ni tampoco cambiar nuestro discurso mental. Porque hay 3 factores que juegan en contra:

  • El primero tiene que ver con el uso consciente de nuestro poder. Enseguida sale el comparativo que todos llevamos dentro y también la víctima. “Tú no sabes”, “tú no entiendes”, “si estuvieras en mi lugar”, “para ti es fácil decirlo”, “mi jefe”, “mis hijos”, “mis padres”, “mi trabajo”, “mi empresa”, etc., etc. Siempre es más fácil mirar hacia fuera que hacia dentro. Otorgamos el poder a nuestro entorno, a los demás y a las circunstancias que nos rodean. Todo ello condiciona nuestros comportamientos y nuestras reacciones, por el miedo al qué dirán, a fallar, o a no ser suficientemente bueno o a generar rechazo, por poner algunos ejemplos. En lugar de reconocer, aceptar y desplegar nuestro propio poder personal para crear aquello que queremos conseguir.
  • El segundo factor es que, en esta época en la que nos ha tocado vivir, estamos permanentemente bombardeados por todo tipo de informaciones y estímulos que agravan esa sensación de “no llego a todo”, cuando la gran mayoría de esos estímulos crean necesidades artificiales que poco o nada tienen que ver con el “ritmo natural de la vida”. El uso del móvil y las redes es un buen ejemplo, como el fenómeno FOMO (fear of missing out) que se da cuando uno está hiperconectado y vive con ansiedad el paso del tiempo por miedo a perderse algo o a sentirse excluido.
  • El tercer factor es que, una vez aceptamos y somos conscientes de que el problema tiene que ver más con nosotros mismos que con nuestro entorno o las circunstancias y decidimos pasar a la acción, lo hacemos poniendo el foco en “la gestión del tiempo”. Lo tratamos como si fuese un elemento externo al que debo aprender a controlar. Cómo me organizo, crear una lista de tareas, decidir cuáles son prioritarias y las que no y asignar el tiempo que le voy a dedicar a cada una de ellas. La familia, el deporte, las clases de inglés, la reunión de amigos de cada mes, el descanso, el horario profesional, etc. Incluso puedo suscribirme a algún curso online sobre gestión del tiempo o de planificación de agendas. Esto, que es un buen primer paso, no deja de ser una aproximación superficial al problema, y acaba siendo todavía una fuente de estrés adicional si no profundizamos un poco más, porque acabamos incumpliendo cualquier plan que nos pongamos como objetivo. Es no ir a la raíz y seguir pensando que el tiempo es algo que no depende de mí y negar la mayor, que, como dice Klein, es que soy yo mismo el que estoy creando esa sensación del “tiempo”. Es la gran trampa de nuestro tiempo, nunca mejor dicho. Algo que nos atrapa y nos genera una sensación grande de insatisfacción e infelicidad.

Klein dice en su artículo que existen tres tipos de tiempo: el del reloj (artificial y creado por el ser humano para socializar), el biológico (el que marca nuestro ritmo vital y el de todos los seres vivos) y el interno (la percepción que nosotros mismos creamos del paso del tiempo).

Obviamente, es importante alinear lo mejor que podamos nuestra vida con el tiempo del reloj y escuchar y hacer caso a nuestro tiempo biológico (horas de descanso que necesito, energía disponible que tengo según las horas del día o mi edad, por ejemplo), pero la clave está en el tiempo interno, en cómo estamos construyendo nosotros mismos esa sensación del tiempo. Esa es la que nos va a llevar a decir “no tengo tiempo” o “no me da la vida” y que se acaba convirtiendo en una creencia limitante.

Llegados a este punto, ¿qué podemos hacer para no caer en nuestra propia trampa? Lo primero, ser consciente de los tres problemas que he descrito antes: no mirar hacia fuera sino preguntarme ¿qué puedo hacer yo?, simplificar y acotar los estímulos que recibo y no tratarlo como si solo fuera un problema de “gestión”.

Porque lo más importante es construir una sensación del tiempo que sea diferente a la habitual. Que sea gratificante y no estresante. Se qué es más fácil decirlo que hacerlo. Tiene que ver con estar presente en todo aquello que hacemos. En tener la curiosidad y las ganas de aprender que tiene un niño. En descubrir aquello insospechado en lo que hemos visto y vivido cien veces. Y también en atreverme a descubrir cosas nuevas y colocarme en situación de “estudiante aprendiz”. Poner mis cinco sentidos en lo que hago ahora, en este momento. Sin pensar en las tareas siguientes o lo que “tengo que hacer” del futuro o lo “hice” del pasado. Eso no quiere decir que no planifiquemos, ni que no echemos la vista atrás. Simplemente que, si estamos planificando, que pongamos nuestro foco ahí y no en lo otro. Y si estamos en una conversación de café, que pongamos nuestra atención ahí y no en la planificación. En la antigüedad, los griegos ya distinguían entre el tiempo de calidad (Kairós) y el tiempo de cantidad (Cronos).

Dicen que cuando te haces mayor el tiempo pasa más rápido. Y que cuando eres niño no tienes esa noción del paso del tiempo. Quizás esa sea la clave. Y no por el número de años que marque tu carné de identidad. Sino porque cuando uno se hace mayor cuesta más estar presente y descubrir cosas nuevas, porque nuestra cabeza está más pendiente de los “tengo que hacer” o “hice” que en los “estoy haciendo, aprendiendo y disfrutando ahora”.

Deberíamos cuestionarnos algo que escuchamos y decimos muy a menudo y que puede que no sea tan inocuo como parece. ¿Qué es “perder el tiempo”? ¿”El tiempo es oro”?

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