¿Y si tu empresa funcionara como un ecosistema? Lo que Menorca me ha enseñado sobre sostenibilidad organizacional
Un verano más, he tenido la suerte de volver a Menorca. Esta isla no es solo un destino: es mi refugio, mi lugar emocional. En ella descanso, me regenero y también trabajo. Porque Menorca me acoge todo el año, ya sea para compartir brainstormings con mis socios de Addventure, acompañar a clientes en procesos de coaching ejecutivo o avanzar en proyectos de Bonita Menorca, nuestra iniciativa para transmitir la autenticidad de la isla a través de su gastronomía.
Pero es en verano cuando, al desconectar de todo lo urgente, conecto más profundamente con lo esencial. Este año, he decidido observar. Parar y mirar de verdad. Y lo que he visto, me ha inspirado más de lo que imaginaba.
Servicios ecosistémicos (y lo que tienen que enseñarnos)
La naturaleza trabaja sin pedir nada a cambio. Nos ofrece servicios, llamados ecosistémicos, que pasan desapercibidos. La posidonia que retiene la arena, las dunas que protegen la playa, las algas que absorben CO₂. Todo esto ocurre en silencio, sin que lo veamos, pero lo disfrutamos cada día.
Y no he podido evitar preguntarme: ¿Quién cumple este papel en nuestras organizaciones? ¿Quién sostiene, regula, amortigua y equilibra, sin hacer ruido ni sacar pecho por ello?
En Menorca todos queremos disfrutar de sus playas. Pero solo es posible porque hay un sistema que trabaja todo el año para que eso ocurra. ¿No pasa algo parecido en tu empresa con esas personas, roles o dinámicas que no se ven, pero que permiten que todo funcione?
El sistema playa-duna, igual que un buen equipo, se autorregula con constancia y prudencia. No busca el protagonismo, pero es imprescindible. Y si ese equilibrio se rompe, por intervenciones poco conscientes, decisiones precipitadas o falta de atención a los ciclos naturales del sistema, el deterioro puede ser profundo y costoso de revertir. Lo mismo ocurre en las organizaciones. Porque cuando no se respeta el ritmo, cuando se prioriza lo inmediato sin considerar el impacto sistémico, se erosionan dinámicas clave que luego es difícil recuperar.
De la observación a la reflexión
Menorca fue declarada Reserva de la Biosfera en 1993. Cuenta con su propio Observatorio Socioambiental (OBSAM), que analiza datos, detecta riesgos y propone soluciones para proteger el equilibrio entre desarrollo y conservación. ¿No tendría sentido tener algo parecido en nuestras empresas?
- Un espacio de observación sistémica.
- Un rol que vea lo que no se ve.
- Un compromiso colectivo de sostenibilidad organizacional.
Porque no se trata solo de crecer, sino de crecer sin agotar.
La empresa, como cualquier ecosistema, necesita salud para ser sostenible. Y eso exige mirar más allá de los resultados del trimestre. Observar cómo están las relaciones, la energía del equipo, los equilibrios entre dar y recibir. Tal vez tu organización también necesite un “observatorio” que detecte las tensiones antes de que se conviertan en roturas. O que valore lo que ahora mismo nadie está valorando.
¿Y si pensáramos la empresa como una reserva?
Una Reserva de la Biosfera no es solo un reconocimiento, es un compromiso. Es la voluntad explícita de una comunidad de actuar de forma más consciente y respetuosa con su entorno. ¿Y si hiciéramos algo así en nuestras organizaciones?
- ¿Qué pasaría si protegiéramos ciertos valores, relaciones o prácticas como si fueran patrimonio colectivo?
- ¿Y si evitáramos decisiones “extractivas” que agotan a las personas o comprometen el equilibrio del sistema?
- ¿Y si pensáramos más en lo que estamos dejando como legado que en lo que estamos facturando este mes?
Tres preguntas para llevarte de vuelta a tu entorno
- ¿Quiénes son en tu equipo esas personas o funciones que sostienen el equilibrio silencioso del sistema? ¿Lo saben? ¿Se lo reconoces?
- ¿Existe en tu empresa algún espacio de observación profunda o solo hay reacción?
- ¿Qué podrías proponer tú para avanzar hacia un modelo más sostenible, humano y consciente?
Menorca me regala belleza, pero también perspectiva. Me recuerda al secreto de El Principito, que como bien dice, no puede ser más simple: “Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. Y que en la empresa, como en la naturaleza, no se trata solo de crecer, sino de no romper lo que nos permite crecer.
14 septiembre 2025
¿Y si tu empresa funcionara como un ecosistema? Lo que Menorca me ha enseñado sobre sostenibilidad organizacional08 septiembre 2025
Clima laboral: la energía invisible que potencia (o sabotea) el liderazgo03 septiembre 2025
Cultivar las habilidades emergentes: por qué la IA también nos exige ser más humanos25 julio 2025
El Góspel, liderazgo colectivo puesto en escena15 julio 2025
Aprendizajes transformadores y recíprocos