De “blandas” a imprescindibles: la revolución silenciosa de las habilidades poderosas
Durante años, el liderazgo se medía por la firmeza en las decisiones, la claridad en los procesos y la capacidad de alcanzar resultados a corto plazo. En ese tablero, las llamadas hard skills eran las piezas maestras. Yo mismo jugué con ellas, como ingeniero, y no me fue mal, al menos en apariencia.
Pero hoy, ese tablero ha cambiado. El entorno ya no se rige por certezas, sino por ambigüedades. Ya no basta con controlar variables. Ahora, lo relevante es cómo navegamos lo incierto. Y ahí, las herramientas de siempre empiezan a quedarse cortas.
Las empresas más lúcidas han comprendido algo esencial: el éxito sostenible no se construye solo desde el conocimiento técnico, sino desde la calidad humana de quienes lo ejercen. Por eso, las habilidades que antes se etiquetaban con condescendencia como “blandas” están pasando a ocupar el centro del tablero. No por moda, sino por pura necesidad.
Comunicar con claridad y empatía. Gestionar conflictos. Escuchar con intención. Adaptarse sin perderse. Sostener al equipo en la incertidumbre. Saber decir que no. Pedir ayuda. Saber liderar sin necesidad de imponer. Estas son las nuevas power skills, y su desarrollo ya no es opcional.
¿Y por qué cuestan tanto?
Porque no se aprenden en un máster, ni se entrenan con un Excel. Son habilidades profundamente humanas, vinculadas a nuestro nivel de consciencia, a nuestras creencias, a la imagen que tenemos de nosotros mismos. Y ahí, en ese territorio más íntimo, empiezan los verdaderos desafíos.
Muchos líderes saben que deberían trabajarlas. Pero no saben por dónde empezar. O sienten vértigo. O se escudan en que “eso no es lo mío”.
En mi caso, la comunicación en público siempre me ha dado pánico. Y he huido de ella todas las veces que he podido. Pero sabía que si quería ser coherente con lo que predico (liderar desde el ejemplo) y actuar desde mi propósito, no podía seguir evitándola. Así que me apunté a un curso grupal de improvisación y también me puse en manos de un actor profesional. Y no para impostar un personaje, sino para reconectar con mi cuerpo, mi voz y mi presencia. Para hablar desde un lugar más auténtico. Fue incómodo al principio, sí. Pero profundamente transformador.
Porque, cuando te atreves a trabajar una de esas power skills que hasta ahora evitabas, no solo mejoras como profesional. Ganas libertad. Y eso no tiene precio. Me sigue dando mucho respeto hablar en público, pero ahora ya no le tengo miedo.
No se trata de coleccionar habilidades como si fueran cromos. Se trata de elegir una, la que más te resuene (o más te incomode), y empezar por ahí. Con humildad. Con acompañamiento si hace falta. Pero sin excusas.
Entonces, ¿cuál es esa habilidad que sabes que necesitas, pero aún no has empezado a cultivar?
- ¿Qué está en juego si no la desarrollas?
- ¿Qué sería diferente si la tuvieras más integrada?
- ¿Qué conversación tendrías el coraje de abrir?
- ¿A quién podrías pedir ayuda?
Octubre es un buen mes para hacernos estas preguntas. Y aún mejor, para empezar a actuar.
Porque si no lo haces tú, ¿quién lo hará por ti?.
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