Marcar la diferencia… también desde la Alta Dirección

«No puedes pasar un solo día sin impactar en el mundo que te rodea. Lo que haces marca la diferencia, y tú decides qué tipo de diferencia quieres marcar.»

Esta frase de Jane Goodall, que falleció el pasado 1 de octubre, me sigue pareciendo una de las más lúcidas y directas que se han pronunciado sobre el liderazgo. Un touché en toda regla y una apelación doble a la auto responsabilidad. Cada vez que la leo me interpela, incluso físicamente, como si alguien te dijera una verdad tan obvia que te deja tocado. Sin argumentos y sin excusas.

Porque no hay día sin impacto. Lo queramos o no, dejamos huella. Y eso, llevado al contexto de la alta dirección, convierte cada decisión, cada omisión y cada gesto en una forma concreta de marcar la diferencia. La pregunta ya no es si lo hacemos, sino cómo y desde dónde.

Esta llamada a la autorresponsabilidad me resuena especialmente ahora, después de años acompañando a líderes que, desde el exterior, lo tienen todo, pero que por dentro sienten que algo no encaja. También lo viví en mis propias carnes. Llega un momento en que la duda aparece, y no por falta de capacidad, sino porque no acabas de encontrar tu lugar en un entorno que exige resultados y, al mismo tiempo, autenticidad.

Y aquí aparece otro concepto que no deberíamos pasar por alto: el efecto Dunning-Kruger. Aunque se asocia habitualmente a personas con escasa competencia que sobrestiman sus capacidades, la cara menos conocida del fenómeno, y que veo a menudo en coaching ejecutivo, es la opuesta: líderes brillantes que subestiman su valor, su talento o su capacidad de aportar. A fuerza de exigencia, han perdido perspectiva. Sienten que no es suficiente. Que hay otros más válidos. Y se paralizan justo cuando más se los necesita.

En Liderazgos transformadores explico cómo este tipo de sesgos, sumados al piloto automático, hacen que, sin darnos cuenta, nuestro impacto como líderes se vuelva reactivo y no intencional. Por eso dedico la última parte del libro, ¡Ya!, a trabajar la acción con sentido: hacer, sí, pero desde una consciencia profunda del efecto que generamos.

Aquí van tres propuestas prácticas que utilizo a menudo en procesos de coaching ejecutivo para reconectar con ese impacto deseado:

  1. Cruce entre vocación y necesidad

Una matriz sencilla: en el eje vertical, lo que más te gusta hacer y que seguramente se te da bien; en el horizontal, lo que tu entorno necesita con urgencia. El cruce entre ambas variables no solo da pistas, a menudo da certezas. La diferencia que puedes marcar con más potencia está casi siempre en ese cruce. La dificultad es que a veces llevamos tanto tiempo funcionando en automático que ya ni reconocemos nuestras propias fortalezas.

  1. Feedback con propósito

No hablo del feedback de trámite, sino del que realmente permite descubrir lo que el otro ve en nosotros y que nosotros no vemos. En mi caso, fue el detonante de un cambio profundo. En otros, es el inicio de una conversación transformadora consigo mismos. Porque si no identificamos nuestros dones, difícilmente los vamos a ofrecer al mundo. Y ese es, en sí mismo, un desperdicio de liderazgo.

  1. Preguntas que despiertan

Las preguntas adecuadas, en el momento adecuado, pueden desatascar años de inercia. Las utilizo a menudo como herramienta esencial del coaching transformador. No por su complejidad, sino por su capacidad de mover. Me gusta pensar que la fórmula se remonta a la mayéutica, el método utilizado por Sócrates para que su alumno llegara al conocimiento o “alumbramiento”, a partir de un diálogo basado en una serie de preguntas in crescendo. En este caso el objetivo sería descubrir o concretar “cómo decido marcar la diferencia en el entorno”.

Más allá de las increíbles y tiernas imágenes de Jane Goodall interactuando con chimpancés y de su ejemplo sereno, sin estridencias, le agradezco las lecciones que nos ha brindado a lo largo de su vida. El año pasado, sin ir más lejos, declaró: “Mi próxima aventura a los noventa años será morir. Si no hay nada después, eso es todo. Pero si hay algo, no puedo pensar en una aventura más grande que descubrir lo que es.” Serenidad, lucidez y propósito. Y marcando la diferencia hasta el final.

Una pregunta de reflexión: desde mi rol directivo o mi posición de influencia, ¿tengo claro qué tipo de diferencia estoy marcando?